El suelo constituye el sustrato sobre el cual crecen y desarrollan sus actividades los organismos terrestres. La composición del suelo determina su capacidad para retener agua y la disponibilidad de los minerales que las plantas necesitan. Al incidir en gran medida sobre el desarrollo de los vegetales, lo hace también en el resto de los organismos que dependen de ellos. Además, para muchos animales, el suelo es un recurso indispensable, pues construyen en éste sus refugios.
Las
relaciones existentes entre el suelo, el clima y los seres vivos son
muy complejas. La composición del suelo puede ser un factor
determinante del tipo de plantas que crecen en un ambiente, a su vez,
la presencia de esas plantas condiciona la composición del suelo. El
clima, por otra parte, no solo incide en forma directa sobre la
distribución de los organismos, sino que también lo hace
indirectamente a través de la influencia que ejercen en la
estructura y composición del suelo. A su vez, la presencia de los
seres vivos en un ambiente dado influye sobre sus condiciones
climáticas.
El suelo está compuesto por materiales provenientes
de la roca madre, minerales originados por las transformaciones
químicas y biológicas que ocurren continuamente en éste, materia
orgánica en descomposición (detritos), aire, agua, raíces,
microorganismos, y pequeños invertebrados.
Los suelos llamados
jóvenes son aquellos que se están formando a partir del
afloramiento de una nueva roca que surge, por ejemplo, de una
erupción volcánica. La acción del clima y del agua subterránea
causan la meteorización (disgregación de los materiales de la roca
madre). Esto favorece la colonización por parte de los seres vivos,
cuya presencia introducen nuevas transformaciones. Los suelos
maduros, qué albergan una comunidad más o menos estabilizada, se
mantienen en un equilibrio dinámico con un flujo continuo de
materiales, tanto debido a los seres vivos como por influencia del
agua y del viento.
La acción de muchos de los microorganismos del suelo aporta gran parte de los minerales que las plantas necesitan para la síntesis de sus biomoléculas y para La regulación de los procesos vitales. Estos minerales indispensables, cómo el fósforo, el nitrógeno, el potasio, el calcio, el magnesio, el azufre y otros, se encuentran en el suelo en forma de iones disueltos en el agua, y de esta manera, ingresan a los vegetales a través de sus raíces. Es por eso que la variación en la humedad del suelo modifica la disponibilidad de nutrientes.
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